Ontologismo
El ontologismo es un movimiento filosófico que afirma la presencia de ideas innatas en la mente humana y la posibilidad del entendimiento humano −con diversos matices− de conocer adecuadamente la esencia divina y que tal idea es condición de cualquier otro conocimiento.
El ontologismo revela una pretensión opuesta al psicologismo. Afirma el primado de lo inteligible frente al primado de lo sensible, en el orden del conocimiento. En la mentalidad ontologista, lo sensible no constituye los datos iniciales del conocimiento. Tampoco lo psíquico puede ser considerado, para el ontologismo, como supuesto inicial. En este sentido el ontologismo es una doctrina opuesta al racionalismo cartesiano, ya que el cogito, como intuición, como entimema, o como dato inmediato en la consciencia, no puede ser aceptado como verdad primaria condicionante o determinante de las demás verdades. Edificar una ontología desde la psicología entorpece, para el ontologismo el camino hacia otros contenidos de rango superior e insuprimibles. El hecho históricamente válido de que el ontologismo haya surgido en el seno del cartesianismo no priva de evidencia a la pretensión antirracionalista del ontologismo.
Otra pretensión del ontologismo −ésta de carácter positivo− es el acceso al conocimiento de Dios, sin trabas o mediaciones que desvirtúen, según él, su auténtica realidad. El ontologismo estima que Dios sólo se presenta como Ser a nuestro conocimiento si es la intuición apriórica la que nos lo consiente, y si es esta visión de Dios la que condiciona la posibilidad de cualquier otro conocimiento. Esta pretensión del ontologismo es la que le sirve para organizar el sistema filosófico y para establecer el orden jerárquico de los seres y los grados ascensionales en la tabla de los conocimientos. El ontologismo es, pues, un sistema filosófico que arranca de la consideración de que el Ser infinito y absoluto, Dios, y las ideas universales, eternas, infinitas y absolutas, son el objeto directo e inmediato de la conciencia o de la inteligencia humana.
El ontologismo aspira a un conocimiento objetivo de la realidad. Esta aspiración irrenunciable le fuerza a una solución en la que sea sólo Dios el objeto primario y fundante no sólo de la realidad o de lo existente, sino del conocimiento. Las ideas, a través de las cuales conocemos las cosas, no pueden ser ni espejos ni mediadores de una realidad objetiva como la realidad divina, y, por tanto, el conocimiento de las cosas a través de las ideas (en ellas, o por ellas o con ellas) no es un conocimiento objetivo de las mismas, si no se realiza en la «visión» de Dios. El ontologismo ve todas las cosas en Dios, porque el alma es el hábitat de Dios.
Formas de ontologismo
La conveniencia de distinguir tres especies de ontologismo la obtiene Zigliara −decidido adversario del sistema− de la triple modalidad con que puede ser tomado formalmente Dios al ser captado como objeto inmediato en la intuición ontologista. La primera especie la forman aquellos filósofos, o teólogos, que al hablar de la inmediata visión de Dios por la mente humana se refieren a la esencia divina, o a Dios en su esencia. La mente humana, según ellos, ve en Dios o de Dios lo que Dios mismo ve en sí mismo de sí mismo, y la única diferencia reside en el grado de comprehensión de la esencia divina. Es una especie de ontologismo que anula por completo el orden sobrenatural positivo, y que no admite acuerdo alguno con la doctrina católica y la filosofía realista, ya que incide en un panteísmo que no ve diferencia entre el Ser de Dios y el ser de las creaturas, en el que la creación sería más bien una emanación.
La segunda especie de ontologismo, en esta clasificación de Zigliara, mantiene la tesis de la visión inmediata de Dios, pero matizándola con sutileza. Dios sería también el objeto inmediato del conocimiento, pero Dios en su dimensión de creador de las cosas, y, por tanto, la esencia «vista» por la mente sería la esencia divina que resplandece en sus atributos operativos ad extra, que son virtualmente distinguibles de los otros y de la esencia divina, sin que tal distinción enturbie la simplicidad de la esencia. Es decir, el ontologismo de esta segunda especie es algo así −para decirlo expresivamente− como un ontologismo de la esencia divina creadora, o lo que es lo mismo, de las razones eternas o ideas ejemplares existentes en la mente de Dios. La coincidencia de todos los ontologistas encuadrados en este grupo residía en la visión inmediata de Dios, siquiera sea a través de alguno de sus atributos, aunque disentían en la formalidad del objeto «divino» asido por la mente de manera inmediata. En lenguaje escolástico podríamos recordar que la peculiaridad ontologista se advierte en la afirmación de que Dios, de alguna forma, o en alguno de sus atributos, es el medium quo y a la vez el objectum quod de la intuición.
La tercera especie de ontologismo según Zigliara la representa en solitario Antonio Rosmini. Zigliara reconoce a la letra que la forma en que es presentado por Rosmini el ontologismo es «diversa» de las otras dos especies, y que «Rosmini niega que sus sistemas sean ontologistas». Como no es posible seguir considerando a Antonio Rosmini como un ontologista, esta tercera forma queda fuera del campo del presente artículo.
El ontologismo supone, como tesis fundamentante del sistema, que el Ente, intuido como necesario, es la idealidad absoluta de la mente humana, o lo inteligible originario. La «idea» no procede de la intuición como acto de la mente, sino que es el Ente necesario el que es necesariamente Idea e ideal¡dad. El Ente como necesario, intuido en forma de juicio, es la objetividad, lo inteligible objetivo y la potencia intuitiva. La «reflexión» mental no es otra cosa que la «repetición del juicio intuitivo, que la precede, la funda y la autoriza». Cualquier definición del ontologismo que no contenga este elemento esencial y primario no expresa la característica del sistema; y el sistema filosófico que no lo admita no es, en rigor formal, un ontologismo identificable en la historia de la filosofía con el de Malebranche (v.) o Gioberti (v.), acuñadores de la doctrina y del término
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